"In memoriam" Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional

433 Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional CONTENIDO académico. Contaba historias de casos insólitos y cuestionadores con dudas sobre reparaciones, como aquel de la francesa que demandó, después de nacer su hijo, por la mala práctica de un aborto legal en un hospital estatal. Juan Carlos me decía Flaca, Flaquita, Madame Keynes, Estefanía Te- lefonía (porque dizque hablaba mucho por teléfono) y Justiciera. Me criticaba mi necesidad de hacer de abogada del diablo y ponerme siempre del lado contrario, aunque a veces resultaba útil que fuera su “sparring jurídica”. Y, aunque por muchos años se me volvió indis- pensable, llegó el momento de la independencia y nos distanciamos, sin que yo dejara de admirar su trabajo por el interés público. Claro que tomarse unos tragos con Juank siguió siendo un privilegio, y no dejamos de ser cercanos en lo familiar y en lo personal, además de que en reuniones de amigos y en las rumbas siguió siendo el centro. No había fiesta que no se pusiera de ruana. En una ocasión, terminó invitando a un grupo de jueces keniatas a su cumpleaños, y en medio de la euforia y el baile caleño lleno de vueltas, recuerdo cómo gritaba con delirio: “¡Qué viva Kenya!”. Cuando supimos de la primera manifestación del cáncer, y volaban con Vicky a donde fuera para buscar una solución médica, me encar- garon de sus dos hijas en caso de algún siniestro, con lo que me sentí muy honrada. Ya en la parte final del cáncer estuve ausente en Italia y solo pude hacer de enfermera un día en la clínica que incluyó almuer- zo con pizza. Le llevé ropa de su clóset, no sin antes mandarle fotos de las posibles pintas para que él las aprobara. Ya quedaban pocos días. Y así, se fue Juank un 2 de enero, hace un año. Hoy me mudé junto con mi hermana, que dividió su apartamento y ahora duerme donde Juank trabajaba y yo trabajo donde él dormía. Nos sigue acompañando. Como en vida fui, la heredera familiar de los libros jurídicos viejos de Juank, ahora me miran desde los estantes de lo que era su cuarto y a menudo los leo porque volví sobre el tema en el que Juank me había iniciado cuando era estudiante de derecho. Con frecuencia me encuentro signos de exclamación, párrafos enteros cui- dadosamente resaltados con lápiz y comentarios con sus opiniones. A menudo estoy de acuerdo y en ocasiones no, porque, como él mismo me escribió en una dedicatoria, yo había sido su mano derecha para sacar adelante uno de sus primeros libros sobre el daño, pero, por

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