"In memoriam" Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional

432 ‘In memoriam’ Juan Carlos Henao Pérez CONTENIDO como fuente de inspiración para tomar sus propias decisiones pro- fesionales y académicas. Era siempre muy enriquecedor escucharlo. Cuando llegó a Cali Jeno´s Pizza, mi papá nos llevaba a comer los do- mingos cuando bajábamos de la finca. Los meseros no podían creer que Juancho se comía una pizza entera tamaño grande él sólo, hasta que mi madre decidió aprender a hacer pizzas en la casa. También era obligado en casa prepararle lasaña. Nuestra mamá tenía una relación muy especial con él, era su mayor razón de vivir; hasta mandaba a ha- cer las batolas con bolsillo para mantener el celular cerca, esperando sus tres llamadas diarias. Su libre manera de pensar, su sensibilidad social y su generosidad marcaron mi vida. Sus “botaderas de corriente” eran enfocadas en el respeto por la pluralidad. Aprendí mucho de él y me considero una pri- vilegiada, pues me enseñó a ser crítica, a razonar y a vivir el presente con su fascinación por la incertidumbre, término difícil de asimilar en mi entorno. Vivian Desde que conocí a Juank, como novio de mi hermana Vicky, se convir- tió en mi estrella protectora. Me hizo amar el derecho administrativo, me guio en mi tesis de pregrado sobre el daño y logró que proyectara mi viaje a París, no solo como viaje de estudios en su misma uni- versidad, sino como el suyo con mi hermana, y como plan de pareja con Sandro, su compañero desde kínder. Nos convertimos en dos pa- rejitas de estudiantes felices: hablábamos de derecho y arte, esqui- vábamos el frío y dibujábamos el futuro a nuestra voluntad. Durante mucho tiempo, su voz solidaria y equilibrada, pero aventurera y liberal me fue imprescindible. Por eso, resultó natural que cuando nació Fefe nombráramos a Juank como padrino de bautismo, aunque no fuera creyente, porque también fue una luz en la horma de su sobrino. Fue mi jefe en varias ocasiones y me volví su profesora auxiliar en la clase de responsabilidad del Estado en la Javeriana, donde rom- pió esquemas jurídicos y éticos. Me aficioné a oírlo dictar clase. Juan Carlos, sin ninguna dificultad, embrujaba a su alumnado con palabras sencillas y llenas de humor y desenfado, sin dejar de ser profundo y

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