"In memoriam" Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional
431 Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional CONTENIDO El día que murió sentí que su alma se fue a cumplir una misión más importante. Aquí todo lo dejó en orden. Cumplió con su deber y se fue con el sol una madrugada de enero. Siempre lo recordaré como un héroe de la alegría, un valiente guerrero del amor. Su sabiduría está en mí. Mi papá supo sembrar un jardín lleno de esperanzas e ideas para revolucionar. Honraré su educación para la paz, honraré las ve- nas gruesas que me dejó, la piel elástica, la estructura de mis huesos y su espíritu libertario. María Clara “María Clarín” o “Peladita” era su forma de llamarme. Fue mi herma- no adorado siempre. Su amor por lo que uno escogiera hacer, gozarse la vida y una pulcritud en los valores fueron guía para mí. Al final de su vida, duré varios días pensando qué le diría en el momento de despedirnos, y opté por mejor preguntarle a él si quería decirme algo. Cuando me senté a su lado nos miramos y me dijo: “María Clarín, me voy a morir”, y le dije: “Juancho, ¿quieres decirme algo?” Y me miró y me dijo: “¡Sí, seguí trabajando!” Plop… Casi me caigo, pues nunca me imaginé esa respuesta, y, claro, yo pensaba: “¡Pero si ya tengo 61 años! ,y uno se va cansando…”. Pero hoy me río y entiendo por qué lo dijo. Mi hermano fue siempre mi escudero, mi salvador para los momentos difíciles, me escuchaba con generosidad todos mis rollos, como él los llamaba. Hasta para darme su opinión y orientación le alcanzaba el tiempo. Recuerdo una vez que intercedió ante mi padre, que era muy protector de “la niña de la casa”, para pedir un permiso para mí, por primera vez, para ir a Pussycat, una discoteca bastante zanahoria. Yo tendría 16 años, y mi padre imaginaba que era un “Grill” de su época, con “muje- res de vida alegre” y bombillos rojos en medio de la oscuridad, por lo que pegó el grito en el cielo. Hubo gran discusión entre ellos, pero ter- miné yendo feliz, gracias a mi Juancho, y así fue en muchas ocasiones. Recuerdo siempre que nos visitaba en Cali, y nos tomábamos los whis- kicitos en familia, sentados en la sala. Las discusiones eran muy inte- resantes, pues valoraba nuestras opiniones, absolutamente intuitivas,
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