"In memoriam" Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional
430 ‘In memoriam’ Juan Carlos Henao Pérez CONTENIDO que sería la última cena en familia. Ese día se fue a acostar temprano, feliz de haber logrado pasar al 2024. Recuerdo que nos compartió un infantil “yupi” celebrando su esfuerzo. Mi papá era un payaso. Su rostro era elástico, no sabía mentir, lo re- conocíamos al instante porque se le tensionaba la esquina de la boca. Nunca olvidaré que llegó a hacernos reír incluso agonizando. Cuando le dijimos que se estaba muriendo y llamaríamos al doctor para ha- cer la eutanasia, puso una cara de sorpresa con ojos despepitados, y a todas nos dio risa. No hubo necesidad de eutanasia, sólo el tiem- po de que su mente asimilara la noticia y sus cejas de caricatura no volvieran a moverse. Papá era curioso. Siempre nos enseñó a preguntarnos por la vida. Tuve mil y una conversaciones con él, en familia o con amigos, via- jando de aquí para allá. Física cuántica, religión, política, ciencias so- ciales, arte. Siempre filosofábamos sobre la ética humana, sobre el bien y el mal, los límites, la libertad de expresión, el libre desarrollo de la personalidad, los derechos y los deberes, la responsabilidad ci- vil extracontractual del Estado (que nunca llegué a entender qué era exactamente), el amor, la amistad, la comida. Fuimos una familia feliz. Un valiente payaso filosófico entra a la Corte Constitucional. ¡Vaya noticia! Todo cambió. Pasamos de ser una familia sencilla a te- ner carros blindados y guardaespaldas. Los viajes se volvieron más ostentosos: Cuba, Rusia, India, Jerusalén. Tuvimos peleas y había tensiones. Casi se divorcian mis papás. Luego lo nombraron rector del Externado. Llegó el primer cáncer. Yo estaba en el clímax de mi ascensión de poeta vagabunda y mi papá representaba para mí el sis- tema capitalista y sus engranajes salvajes. Las tensiones en el trabajo lo estaban volviendo loco, pero, a pesar del voltaje, misteriosamente siempre sacaba tiempo para la comunicación, la escucha, el respeto y el cuidado. “El tiempo es relativo”, decía. Literalmente me salvó de la relación más tóxica que he tenido, y nos fuimos a París en Semana Santa; mientras él tenía sus radioterapias, yo decidía sobre mi futuro laboral. Este futuro que reposa en sus esfuerzos y su confianza.
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