"In memoriam" Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional
376 ‘In memoriam’ Marco Gerardo Monroy Cabra CONTENIDO Recuerdo con muchísima nostalgia esa mano crucial, que no se cansó de darme, generosa, durante toda su hermosa vida, y que luce por su escasez en el mundo contemporáneo. Un verdadero ángel para mi fa- milia y para mí, con todas las letras, nuestro guía, nuestro mejor ami- go, siempre incondicional, nuestro mayor consejero y nuestro héroe. Luego de su partida, en Miami, Estados Unidos, cuando yo volvía a Colombia, me costaba volver al Centro Comercial Unicentro, porque me llenaba de mucha nostalgia debido a que iba con frecuencia a ese lugar con mi padre. Le encantaba ir allá, lo disfrutaba mucho, a buscar libros nuevos e interesantes en las librerías, a buscar juguetes para su nieto, a hacer vueltas bancarias, pero lo que más recuerdo, con mucho cariño y con singular nostalgia, a invitarme a comer empa- nadas. Cuando terminábamos de degustar las exquisitas empanadas, que eran un manjar sin par para mi padre y para mí, exclamaba, con placer: “¡Yo ofrezco!”. Siempre vestía, hasta en su actividad cotidiana, de vestidos impeca- bles de cachaco, con chaleco y corbata, lo cual delataba su origen bogotano, porque mi padre era originario de la capital de la República, lo cual era evidenciado en su extremada educación, su formalismo, su amplia cultura y su humor exquisito, fino y sarcástico. El comienzo de su brillante y meteórica trayectoria jurídica Luego de haber sido elegido, con denotado mérito, colegial mayor de la Universidad del Rosario, mi padre ocupó, con lujo de presteza, ta- lento, compromiso y la máxima solvencia, varios cargos jurídicos, aca- démicos, diplomáticos y en la función jurisdiccional. Mi padre siempre confiaba en el triunfo victorioso de la justicia, como expreso, cuando fue condecorado con la Orden José Ignacio de Márquez, en 1984: No podemos perder la fe en la justicia, porque el día que nos entre el pesimismo y el desaliento, la batalla por la renovación de la jus- ticia estará perdida. La administración de justicia es un verdadero sacerdocio, que imprime carácter indeleble y exige dotes morales e intelectuales de la más alta calidad.
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