"In memoriam" Un homenaje al legado de los magistrados de la Corte Constitucional
374 ‘In memoriam’ Marco Gerardo Monroy Cabra CONTENIDO La nostalgia me embarga. Cuando me decía: “Venga y le dicto un dis- curso”, para determinado evento, porque mi padre, a veces, quería que le colaborara en sus tareas profesionales. ¡Qué inmenso honor! En muchísimas ocasiones, me subrayaba: “Cuando haga cualquier docu- mento jurídico o profesional, que sea muy sólido”. Siempre buscaba la excelencia, sobresalir, ser el mejor y que siguiéramos su bonito ejem- plo en cualquier ámbito de la vida. A veces, me decía: “Venga y vemos el partido por televisión”, cuando iba a mi cuarto y me bromeaba, tam- bién, afablemente, sobre mi conocimiento de todos los jugadores. Me acuerdo y me afloran las lágrimas. La frase “Venga y trabajamos en la actualización de tal libro” tam- bién operaba, en ciertas ocasiones. El último día de su vida, ese 19 de diciembre de 2019 (su partida nos tomó por absoluta sorpresa, hecho que me rompió el alma y me la tiene resquebrajada todavía), estuvimos trabajando en la actualización del libro de derecho de fami- lia hasta la hora del almuerzo. Hasta ese día, muy lúcido, demasiado disciplinado, derrochando talento jurídico como siempre, como que era un auténtico genio del derecho. Por la noche, partió a la diestra del Señor Padre, y se me fue la mitad de nuestro ser, a mí y a los que lo amamos con toda nuestra alma todavía. A mi padre le encantaba el fútbol, y nos supo inculcar esa pasión, bella y sana, hasta el día de hoy. Veíamos los partidos importantes por tele- visión, escuchando sus valiosos comentarios. Incluso disfrutaba que mi hermano Maco le transmitiera, de forma consistente, esa afición a mi sobrino Luca. Era orgulloso contando que madrugaba, de niño, con sus hermanos Jaime y Berta, a ver al Millonarios de la época de El Dorado, en todo su esplendor y brillo, y que había visto jugar a Di Stéfano, Pedernera, Rossi, Cozzi, Soria y todos los jugadores que sabía recordar muy bien de aquel equipo memorable con el cual se identificaba. A mí me llamaba “Juan Carlos Delménico”, en honor a un arquero argentino del Junior de Barranquilla de los 70 y 80, y “Don Juan Te- norio”. Éramos muy amigos. En realidad, era muy fácil congeniar con él, porque era muy amable, de muy buen genio, excesivamente empá- tico, demasiado inteligente, bastante culto, excelente conversador y el
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