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48 Algunos ensayos sobre equidad de género Hasta al más incauto de los lectores le surgirían al menos dos interrogantes luego de leer el artículo: ¿a cuánto puede ascender el número de casos de violencia sexual que no son denunciados? y ¿por qué razón es archivada esta gran cantidad de casos? En este punto es menester elucubrar, si se quiere, sobre las razones que desmotivarían a una mujer para acusar a su agresor. En primer lugar, los estereotipos de género a los que se ha aludido en este escrito indicarían que una mujer fue agredida sexualmente porque “se lo buscó”, ya sea por su forma de vestir, por su forma de relacionarse con representantes de género masculino o por estar en lugares “inadecuados”. Sin duda, ser etiquetada como una mujer agredida sexualmente no parecería una buena carta de presentación a los ojos del colectivo que la rodea. Desde esta perspectiva, un eventual denuncio conllevaría la revictimización, motu proprio, de la mujer. Al lado de ello, la desconfianza en las instituciones encargadas de investigar los hechos o administrar justicia obraría como un factor determinante para que una persona dejara de acusar el comportamiento de su victimario; esto, sin contar el desconocimiento del trámite para denunciar los hechos. Es un fenómeno recurrente que las mujeres que denuncian tengan que enfrentarse a funcionarios que no les creen, que dilatan sus procesos, e incluso, que adelantan trámites en los que no se permite su participación como víctimas. Todos estos obstáculos a los que se ven enfrentadas las mujeres víctimas de violencia sexual en el acceso a la justicia deben ser rehuidos mediante la implementación de diferentes programas que establezcan una suerte de control difuso ante las múltiples fuentes de esta realidad, que ataque efectivamente las causas estructurales de este tipo de violencia, y brinde a las mujeres un trato con enfoque diferencial. Con esto en mente, se debe llegar a una consolidación de estrategias de recibo de denuncias que superen cuantitativa y cualitativamente las formas tradicionales, como, por ejemplo, la creación de casas tipo CAI fijadas en zonas en que los casos de violencia contra la
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