Libro

El Destierro Histórico del Poder udicial D entro de los "colombianistas", los historiadores extranjeros que han hecho de Colombia, además de su segunda patria, su especialidad, se destacan su decano, David Bushnell, quien escribió Colombia, una nación a pesar de si misma, y Frank Safford -en compañía de Marco Palacio-, autor de Colombia, pais fragmentado, sociedad dividida, versiones de nuestro pasado que, por su rigor in– vestigativo y seguramente por el desapa– sionamiento de quienes nos ven de fuera, hacen de sus comentarios sobre los suce– sos, personajes e instituciones verdaderos tópicos. Vale la pena echar una ojeada a estos libros para ver cómo la austera his– toria relata el cuarto de hora de celebridad de cada uno de ellos. Para el poder judicial, esa ojeada es des– consoladora; su existencia es cuasi -invi– sible. Nos acercamos a dos siglos de exis• tencia de la Corte Suprema, la que queda resumida en pocos episodios: su decisión de declarar inconstitucional el Decreto de la Provincia de Vejez otorgándole a la mu– jer el derecho al voto polttico; la sentencia de la Sala Civil sobre posesión y propiedad corno antecedente de la Ley de Tierras; su imparcialidad política al juzgar penalmente al dictador Rojas Pinilla. La vida del poder judicial se sintetiza en la referencia a los tribunales por decisiones que propenden al equilibrio económico y a su independen– cia, representada en el control a las leyes por parte de la Corte Suprema, antece– dente de la Corte Constitucional de la que refieren su labor en la protección de los derechos fundamentales, pero sin resistir la ironía, al señalar que por gracia de esta Corte nuestro pafs conoce esos derechos en un grado tal que no los gozan países paradigmáticos de la democracia moder– na, y corno demostración de la levedad del nuevo constitucionalismo. La injusticia del balance no se puede atribuir por entero a estos autores a que aludimos; no hay textos que se ocupen de la historia nacional judicial o jurfdica. La amplia revisión bibliográfica de las que dan cuenta mues– tran que ha habido interés por investigar el mundo político, las luchas y guerras por el poder, aun el de las ideas que se invocaban, el mundo de los militares y de los sacerdotes, de los médicos, de los educadores y de los periodistas, de la economía, de la vida social y cotidiana, del transportes del sindicalismo. Se constata que no hay una linea de inves– tigación sistemática y nacional sobre jueces y abogados; es posible que haya algunos es– critos dispersos y poco difundidos. Y ello se les traduce en una imperdonable ceguera -o miopía- de la perspectiva judi– cial; ambos libros incurren en ilusionismo histórico respecto al holocausto del Palacio de Justicia, pues lo narran prescindiendo de lo principal, sin usar las palabras: Rama Judi– cial, Rama del Poder Público, Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado, sin siquiera la Eduardo López Villegas Magistrado Sala Laboral Corte Suprema de Justicia "También se hace evidente la inmensa soledad del poder judicial; por regla solo cuenta lo que ella misma pueda hacer por su mejorar su propia suerte. Por esta razón, los únicos esfuerzos recientes y remotos para conjurar la amnesia en que está envuelto son de la Corte Suprema de Justic ia ." ► Mar10 2008 Revista Judicial 9

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