Libro

Despojado el traje de los valores ale– góricos aludidos, equivaldría a un adminículo vado de contenido dentro de un ritual insulso en un espectáculo cualquiera. Empero, el juicio penal no es un espectáculo y la toga, lejos de sig– nificar un disfraz irrisorio, debe invocar cautela. prudencia y recogimiento - no ' en vano Carnelutti alude a la afinidad entre el sacerdote y el juez- en quien la usa 6 . Debe ser por tanto esa vestidura (e investidura) un llamado al deber y a la verdad. Por ello, conforme lo asegu– ra Angel Osorio 7 ese traje fue consa– grado por los siglos para menesteres t rascendentales de la vida -el proceso damentales de los intervinientes en el penal es uno de ellos- y por tanto me– rece respeto. Sin embargo, ese respeto no se gana infundiendo temor al ciuda– dano, ni expresando pasiones insanas prevalidas en la vestidura. Nada de ver monstruos ni demonios en el lugar del acusado ni ángeles y querubines en el de la víctima. La toga no insufla superhombres ni so– laza superegos. En ese sentido, las pa– labras del personaje Vagret en el drama de Eugene Brieuxs, pueden servir a los jueces de advertencia, para no incurrir en tales excesos. Dicho personaje, refi– riéndose a la toga, discurre: "(...) uno se crece aquí adentro, toma brío y el ade– mán resulta más solemne (. ..)". Sensi– bi lidad, mas no sensiblería. Contrario a lo señalado por uno de sus personajes, hemos de advertir que la justicia no ne– cesita proporcionar cabezas al verdugo ni procurárselas a toda costa y ello no lo pueden perder de vista jueces, ni fiscales ni defensores. Si ello fuera así, ¿dónde quedarían los derechos fun- 6 Las Miserias del Proceso Penal. Francesco Carnelutti. 7 El Alma de la Toga. Angel Osorio. 8 La Toga Roja. Eugene Brieux. proceso? Bajo los derroteros de la vani– dad, el orgullo y la prepotencia de los jueces, lamentaremos resultados exe– crables como los caracterizados en el drama de Brieux: "(.. .) ¡he aquí vuestra obra, malos jueces! .. .. iDe un inocente ibais a hacer un presidiario... y de una honrada mujer, de una madre, hacéis . . 11 ( )" una crimina . ... . El traje exige, entonces, circunspección y sacrificio, tanto en la vida personal como familiar y profesional de quien lo porta. Por ello, nada más actual que la reconvención que en la mencionada obra se hace: "(...) Señor mío, cuando se tiene la altísima honra de ser ma– gistrado, cuando se acepta la sagrada misión de juzgar a sus semejantes.. . precisa saberse rodear de dignidad y comedimiento. Lo que no alcanza a perjudicar la honra del que se juzga de– prime moralmente la de su juez. (. ..)" 9 . Deviene, en consecuencia, que el juicio oral en el proceso acusatorio patrio, acogido por la Ley 906 de 2004, no es un torneo de oradores, ni un concur– so de cómicos ni la toga una máscara 9 La Toga Roja. Eugene Bneux. Jueces en inauguración de las salas de audiencia de Paloquemao. "No es coincidencia que la toga se encuentre incrustada en el sistema acusatorio y por ende aneja a sus principios pilares de inmediación, concentración, publicidad, contradicción y oralidad." o un traje extravagante que sirva para sentirse superior ni inclinado a sustituir a Dios. el único absoluto; debe. por el contrario, el juez hacerse consciente de su misión con sencillez, con humildad, sin posar de sabio ni exhibirse con fal– sas afectaciones, motivado por un de– seo infinito de acertar en conciencia, en derecho y en justicia bajo la direc– ción del Todopoderoso. es¡ ... Mario 2008 I Revista Judicial [ 39

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