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Cómo dotar a la Toga de alma Dedicado a los abogados -funcionarios y litigantes- que todos los días, con su labor ética, combinando sabiamente el ideal del Quijote y el sentido práctico de Sancho Panza, recrean los valores eternos del Derecho. Roberto Chaves Echeverry Magistrado Sala Civil-Familia del H. Tribunal Superior de Manizales ,, Ha querido la sociedad colombiana distinguir a sus jueces y magistrados con el uso, en su oficio, del manto tutelar que cubría a los ciudadanos romanos en sus más importantes tareas. ~~ 30 Revista Judicial M•m 2009 H e titulado esta breve exposición con el pretensioso nombre de "CÓMO DO– TAR A LA TOGA DE ALMA"; contiene unas breves perífrasis o reflexiones acerca del "Alma de la toga" de Don Angel Ossorio. Ha querido la sociedad colombiana distin– guir a sus jueces y magistrados con el uso, en su oficio, del manto tutelar que cubría a los ciudadanos romanos en sus más im– portantes tareas. De allí que considere de importancia para la judicatura actual, el que nos ocupemos un poco en recordar qué significado ha tenido y t iene para so– ciedades donde la toga ostenta una carta de ciudadanía más antigua. Cuando leíamos el texto del Maestro de siempre don Angel Ossorio, algunos nos hemos vuelto a releer las páginas del maes– tro Ossorio para desentrañar su sentido; y pasajes y referencias que se conservaban en la periferia de nuestro conocimiento, enca– Jaron por fin cuando hemos visto a otros y nos hemos vistos a nosotros mismos por– tando la toga. Han querido siempre las sociedades distin– guir a los ciudadanos que les prestan un servicio especial con un traje que simbolice la condición de su empleo: va el soldado a la batalla apertrechado en su uniforme, y cuando siente temor ante las balas ene– migas recuerda que la Patria lo adornó con ese traje, él convierte los latidos de su co– razón en compases de guerra en la defensa de los suyos. Va el cirujano con su bata, su tapabocas y sus guantes, a librar la bata- preguntamos qué sería aquello del "Alma lla con la enfermedad, a robarle a Caron- de la toga"; o simplemente apartó de sí un te su presa. va el sacerdote a cumplir los término que no correspondía a un concep– to, pues nada le representaba en su men– te y nada le decía a su corazón la palabra "toga", a no ser un anacronismo en estos tiempos, una remembranza de usos de otra cultura jurídica totalmente ajena; tal vez ni siquiera la alusión al manto con que com– parecía al Senado el habitante de la ciudad fundada por Rómulo y Remo, que los dio– ses prometieron al pueblo troyano cuando sus supervivientes huyeron del ardid de Uli– ses que puso fin a la guerra que narró el poeta ciego en los cantos de La llíada. Distinto ocurre ahora cuando por un man– dato legal perentorio, la toga entró a la cultura jurídica de nuestro país. Muchos ritos sagrados investido de su sotana y su clergyman y con ese manto patriarcal tapa sus pequeñeces buscando que en sus pala– bras y sus obras se asiente el Dios que no vernos con los ojos de la carne, pero que sentimos con los del espíritu en cada cosa viviente. También han querido las sociedades con una tradición jurldica de siglos, investir ya no solo a su judicatura, sino también {algu– nas) a sus abogados cuando se presentan al foro. Allí comparecemos ahora los juristas colombianos a oficiar en el santuario de la justicia cuando desempeñamos un oficio de Dios entregado a los simples hombres, que no a los hombres simples.
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