libro

buir al mejoramiento de la calidad de ese ser– vicio público que se nos ha encomendado. La palabra servidor público recoge toda su significación e implica desprendirníento de la arrogancia que, en ocasiones y en algu– nos, el poder genera. No debemos perder de vista que si servir significa dar, entonces nos corresponde sorprender al ciudadano con un servicio oportuno y de calidad. El funcionario judicial es un servidor público por excelencia a quien se le ha revestido de la más alta dig– nidad y autoridad. Por eso, el juez debe ser el mejor de los ciudadanos, habida cuenta de que él trabaja por y para el ser humano, y en consecuencia, en sus decisiones como tal, han de jugarse sus valores y derechos esenciales. como la libertad, la honra, la familia, el traba– jo y los bienes, entre otros, sin desconocer los principios de justicia. Pues bien. si la sociedad espera un servicio de justicia eficaz, y queremos satisfacer ese deseo, debemos racionalizar los métodos de trabajo, ya que no basta que se cumpla la fun– ción de juzgar simplemente con garantía, sino de manera efectiva; para ello debemos pro– pender porque con la normatívidad existente. se resuelvan los pleitos de la manera más efi– ciente posible, como lo vienen intentando los jueces de la oralidad. De esta manera podríamos ver una sociedad interesada y hasta comprometida con sus jue– ces y con la administración de justicia. Unos jueces que con las herramientas que poseen propenden por la efectividad de la justicia, merecen el reconocimiento, no solo de los destinatarios de sus decisiones, sino de todo el conglomerado social. Si los jueces aplicarnos con autoridad, pero sin excesos, el derecho que nos compete, podre– mos generar una positiva conmoción entre los justiciables. Por eso, no podernos perder de vista que siempre debemos mandar. pero con el instrumento del derecho. A pesar de los poderes de que se nos ha inves– tido, a los jueces nos corresponde dulcrficar la ley, por la dosis de humanidad que debernos imprimirle, movidos siempre por la búsque– da de una recta y cumplida justicia. porque el verdadero juez debe adentrarse en el fon– do humano del conflicto, pues como árbitro cualificado que es. advierte de qué parte se 30 1 Revista Judicial I Diciembre 2009 encuentra la razón, pero a la vez, expande y lidad de árbitro y en vez de contribuir al logro amplifica su pensamiento por medio de su de la paz social. con su decisión introduciría decisión, que se erige en admonición y regla un nuevo elemento de conflicto que estaría para la comunidad. en contradicción con la esencia de su misión. Hacer justicia constituye la obra más íntima, más espiritual de ta vida humana. Un juez es detentador de autoridad para cosas distintas del mero fallo de valor declarativo, dado el cumplimiento de que están imbuidas sus de– terminaciones. "Dadme vuestro conflicto y os daré fuerza ejecutiva". dice Casamayor. 1 Lo anterior se explica porque a la justicia viene encomendada la magna misión de realizar el derecho, de afirmar y efectivizar su contenido, de impedir toda conculcación que lo profane, y de programar hasta su mínima observancia. De ahí que la labor del juez tenga tanta tras– cendencia y se exijan de él calidades ycualida– des especiales. Et juez, a la vez que debe poseer una sólida preparación técnica y jurídica, debe estar comprometido con la causa de la justicia, con el desempeño pulcro de sus funciones, con un alto grado de flexibilidad, en el en– tendido de tener en cuenta no solo factores legales. sino todos aquellos que le ayuden a adoptar decisiones acordes, tanto con esos preceptos, como con la realidad que la socie– dad parece requerir. Hoy se quiere un juez proactivo, involucrado con la sociedad, no aislado de los procesos so– ciales que lo rodean, que conciba su función judicial corno un servicio encaminado a satis– facer o a solucionar las necesidades humanas de cada momento concreto, que acierte a prever lo que puede suceder, un juez con in– dependencia decisoria, pero protector y guar– dián de la justicia. Un juez que desentrañe el conflicto, indague su motivación y decida con imparcialidad. reparando la anormalidad, so– bre la base del derecho. El juez del Estado de Derecho debe perseguir, aunque no sea un cometido fácil, objetividad en su decisión, y si ello es así, mal puede de– fender una convicción personal, ni siquiera la convicción de un determinado grupo o clase social; su funcíón lo obliga siempre a respetar el orden justo, de lo contrario perdería su ca- CASAMAYOR, La justicia para todos, 1974, Pág. 35 La dedicación y rectitud de quienes consa– gramos nuestra vida y nuestros afanes al quehacer de la justicia, es decir, al cumpli– miento cabal de nuestro deber, envuelto en un aura de humanidad, de reflexión y de equidad -más que de legalidad-, respeta– dos por nuestra mesura, buena voluntad, actualización constante y espíritu de con– ciliación, tendrá que contribuir, y en gran medida, no solo a la consecución de la paz interior, sino a la tan anhelada paz social, que en nuestro país, y desde hace más de medio siglo, venirnos persiguiendo. El juez deahora debe estar poseído de sensibi– lidad, ha de ser soporte sobre el cual se cons– truyan los valores éticos, políticos y sociales, debe ejercer un papel protagónico en la afir– mación de un concreto respeto por la justicia; esta, así entendida, se torna en una necesi– dad para el ciudadano y para el Estado, para el primero, porque asegura la protección y el respeto de sus derechos, y para el segundo, porque se constituye en garantia deorden so– cial, factor de equilibrio y hasta de desarrollo. No puedo terminar sin invitar a la reflexión sobre las calidades que deben adornar al juz– gador, reflexión que compartida, discutida, consensuada y aplicada, podr~ generar frutos de excelente calidad. De todas formas estoy convencido de que un cambio en nuestra ac– titud, puede comenzar siendo un gran aporte a la causa de la justicia. Nuestra personalidad, cualidades humanas ymorales, autoridad téc– nica y pragmática, han de contribuir a nuestra verdadera independencia. Nuestro prestigio estará dado no solo por la capacitación técni– ca y científica que podamos ofrecer, sino por • la rectitud y humanidad que en nuestros jui– cios se impone concretar. Si procedemos apartir de esos valores, habre– mos hecho un significativo aporte a la inde– pendencia, a la democracia, y repito, a la paz social, pues el juez que se somete al derecho no deserta de su misión, sino que la sirve, y si a cambio de la independencia devolvemos una real justicia, el valor de esta tendrá que ·"' concretarse y reconocerse. \.l.

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