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o S(PTIMO fNCUENTRO Ol G(NERO 0[ lAS AllAS COfll'flRACIONfS ílf JUS TlCIA (1f COlOMBIA un consentimiento informado para que se adelantara las cirugías y los tratamientos hormonales, pero, obviamente, si la paciente tomaba esa opción. Así pues, la Corte Constitucional, más allá de acompañar las posiciones médi– cas que pretendían normalizar el sexo en forma masculina o femenina, se abre a la posibilidad de que la menor en esle caso, no se operara y construyera su identidad sexual, libremente, fuera de esas propuestas clínicas. Retomando la diferencia conceptual inicial, es posible concluir que si bien exis– te un amplio consenso en la diferenciación que existe entre sexo y género, las tensio– nes y relaciones entre lo biológico y lo cultural, a propósito de los roles de género en una sociedad no están aún plenamente resueltos. Lo cierto es que considerar que el género femenino o el género masculino como meras categorías empíricas, que mues– tran una realidad biológica, es sencillamente un error. Las identidades de género, y entre ellas las de las mujeres, son construcciones sociales y culturales, con base en la interpretación de diferencias naturales, que cambian de tiempo en tiempo y lugar en lugar, modelando a las personas y brindándoles un rol social. El género puede ser una cuestión impuesta, pero es una condición en la cual la autonomía y libertad de las personas también entran en juego. La jurispntdencia constitucional, como expresamente lo ha señalado, no ha su– plantado o resuelto los problemas teóricos y científicos que ni la academia ni la ciencia han logrado dilucidar. Su función ha sido garantizar que en el proceso de toma de la decisión sobre qué hacer en un caso concreto, se considere y pondere adecuadamente, la identidad y libertad de construcción de sí mismo, de la cual goza toda persona. Retomando la cuestión inicial, no hablo de la mujer sino de las mujeres, en plu– ral, precisamente para resaltar que se trata de múltiples identidades en construcción y reconstrucción, que varían, además, dependiendo del contexto social y cultural en que se encuentren. No hay pues, una única manera de entender la identidad de las mujeres, ni una única forma de ser mujer. De hecho, es ahora, en el contexto de una sociedad democrática, respetuosa de las diferencias, de la igualdad, de la libertad, y de la autonomía y la dignidad de toda persona, que las mujeres pueden, realmente, construir sus identidades. Hoy en día, hablar de las mujeres es hablar de muchos tipos y clases de mujeres diferentes. Mujeres que responden a los patrones dentro de los cuales se han formado y dentro de los cuales se reinventan y reconstruyen. Entidades en construcción que se mezclan y combinan dependiendo de la situación de cada persona. Así , se tendría que hablar de mujeres trabajadoras, madres, artistas, profesionales, religiosas, agnós– ticas, negras, indígenas, mulatas, blancas, en situación de desplazaroienlo, célibes, compañeras, esposas, solteras , políticas, militares, policías, o deportistas, sólo por mencionar algunas. En fin, es por esto que no hablo de 'la mujer' en singular, de un modelo úni– co de feminidad a seguir por toda persona considerada mujer; sino de identidades cambiantes, que encuentran sus nuevos espacios y libertades, a partir del horizonte cultural en el cual se encuentren. Considero a todas las mujeres. A aquellas que re-

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