Libro
NO! Q 'AV Ne NT lU Df AS C RPfiíl, NI J ISTI ll\ Of COU)MBI.I; Pretensiones como la educación igualitaria quedaron en el olvido, pues, los pro– pios cultivadores de la ilustración y el contractualismo, como Rousseau, se encarga– ron de deslegitimar tales proclamas. En "El Emilio", célebre libro que sirvió para for– jar la personalidad de connotados personajes de Europa y de este continente, como el libertador Simón Bolívar, se propone para la mujel", person:illcada en Sofía, una educación basada en el sometimiento y la sujeción incondicional hacia el hombre. Emilio, el niño a educar, tendrá como hábitat natural la esfera pública, mientras que Sofía quedará confinada al ámbito de la domesticidad y la familia 23 . En la citada y muy cuestionada obra, se leen cosas tan absurda como estas: "Cuando es viva y animada la familia, son las tareas domésticas la ocupación más cara para la mujer y el desahogo más suave del marido" y "Si yo fuera soberano, solo a las mujeres y a los aojos precisados a ocuparse como ellas, permitiría la costura y los oficios que con ella se hacen" 24 • Tuvo que pasar más de un Siglo para que las mujeres volvieran a alzarse en pro– cura de sus derechos, y lo rucieron bajo la sombra del pensamiento liberal reinante a finales de los años 1800. John Stuart Mill, acaso uno de los teóricos liberales más importantes de su mo– mento, expresó que "el sometimiento a las mujeres oo es un anacronismo inofensi– vo", pues "impide positivamente el progreso de la raza humana por negar la sociedad el uso de sus talentos a la mitad de sus miembros". Mill concibió la igualdad corno "la ausencia de garantías positivas y legales de desigualdad", por lo que enmarcaba la causa femenina como "la desaparición de los impedimentos para las mujeres, el reconocimiento de que son iguales a los hombres en todo lo que atañe a la ciudadanía, su acceso libre a todos los empleos honorables, y la preparación y la enseflanza que capacitan para estos empleos" 26 • Con dichas herramientas teóricas, las mujeres salieron a las calles a reclamar de– rechos como el del voto, a participar en los cargos públicos, a manejar independien– temente su propio peculio, a contratar y a recibir una educación similar a la de los varones, ya que el nivel de ensefian.za que se le ofrecía no iba más allá de la primaria. De gran tamaño, se recuerda hoy en día, fueron las asociaciones sufragistas sur– gidas en Inglaterra, los Estados Unidos de Norteamérica y los países escandinavos. Estos grupos consideraron el derecho a votar como la llave hacia una completa trans– formación; esa pretensión, aunque pareciera modesta, facilitó que damas de distintas sociedades y credos se aglutinaran para formar una masa significativa de protesta. Así por ejemplo, en Gran Bretaña, por allá en el año 1913, el número de orga– nizaciones en pos del derecho al sufragio de las mujeres, .no solo las solteras sino las casadas, llegó a más de cuatrocientas. Sus tácticas incluyeron frecuentes desfiles 23 FUSTERCARd A Francisco. Dos Propuestas de la Uustración para la Educación do la Mujer. 24 ROUSEAU J.J. El Emilio o De la Edut".aci6n. Biblioteca EdaI. 2s M1LL Jobo S tua rt. La Esclavitud de la Mujer. Madrid. Tecnos. Citado igualmente por Evans J. Richard. Ob. Cit. 123
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