Libro
80 4. Crisis de la democracia representativa la pérdida de su propia legitimidad como la del actual modelo de representación, que ellos mis1nos encarnan y que están tratando de exprimir hasta el mo1nento que les sea posible. Este desfase entre la sociedad y los partidos políticos se evidencia aún 1nás en el sen– tido de que a los representantes políticos se les exige, cada vez 1nás, por parte de la ciudadanía, una serie de actitudes de1nocráticas y la total transparencia de su gestión; pero que no son capaces de cumplir ya que se encuentran absortos dentro de meca– nis1nos y dinámicas internas a sus partidos que no responden ni 1nucho menos a los ideales detnocráticos. Enfocado desde la realidad, nos queda la evidencia de que, en el 1nandato de re– presentación, queda impedida la posibilidad de que el elector intervenga de algún 1nodo en la fijación de los contenidos, quedando diluida su identidad en el co1nún de la nación. No está previsto ningún tipo de contacto o control intennedio o posterior tutelado por el derecho y queda sin fijarse la responsabilidad del representante, es decir, no existe la forma de que este vuelva de alguna fonna a sus representados. Este apretado análisis tiende a los s iguientes planteamientos: ¿qué entendemos por el derecho de representación? ¿Elegitnos a conciencia a quienes nos deben representar? ¿Nuestros representantes conocen nues tras expectativas y nosotros conoce1nos sus progratnas? ¿Tene1nos derecho de exigir rendición de cuentas a nuestros representados? Según sean las respuestas, podre1nos decidir si el derecho de representación política funciona o padece de graves deficiencias de comunica– ción, degenerando de esta tnanera el modelo democrático en una partidocracia, por la que los partidos llegan a absorber el papel de elementos sustantivos del régünen político y adquieren intereses autóno1nos, provocando una s ituación de la cual difícilmente se podrá salir si depende de sus propios responsables, de tal manera que la etiqueta de "representante político" parece invitar a una apreciación crítica: ¿es una ficción? ¿Es una fórrnula vacía? ¿O es reahnente la sustancia de la representación democrática? El representante político actual no representa a sus votantes en cualquier asunto, ni tatnpoco lo hace por sí 1nis1no aislada1nente, sino que trabaja con otros representantes en un contexto institucionalizado y en una tarea específica, -el gobierno de una nación o de un Estado subnacional: provincial, municipal o regional- y en este punto general– tnente aparecen conflictos entre intereses locales y generales. No puede desconocerse tatnpoco que el representante tnodemo actúa dentro de una elaborada red de presiones, demandas y obligaciones. En pritner lugar, el representante político tiene un electorado y es dificil detenninar y representar los intereses o los deseos de un solo individuo, es infinitamente 1nás dificil detenninar y satisfacer los de miles de individuos, que a su vez pueden tener diversos intereses en conflicto.
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