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Derecho Electoral de Latinoamérica 79 IV. La participación directa en el Estado Representativo Hetnos 1nencionado que las formas de participación directa han sufrido una evolución histórica en la que se fue desprendiendo de las connotaciones revolucionarias con que nació. Si en el siglo XVIII y en la Revolución francesa aparecía co1no la detnanda de los sectores tnás radicales, el siglo XIX s ignifica su traslación a los más conservadores. Hoy se puede decir que con la generalización del sufragio y el protagonismo de los partidos, las instituciones de de,nocracia directa adquieren una significación diferente. De lo que se trata hoy en día es saber en qué medida y dentro de qué lítnites pueden eslas instiluciones servir para mejorar el funcionamienlo del sistetna, pues en efeclo pueden ser funcionales para el Est.'ldo constitucional, en el que el referendo popular es creciente para la adopción de decisiones sobre soberanía territorial o textos legislativos que obligan a un especial consenso y como proceditnienlo excepcional para corregir disfuncionalidadcs parlatncntarias. V. Crisis de la democracia representativa La democracia representativa se impone en la presente hora histórica, pero, como mencionatnos, en la forma en que se configura no satisface plenamente el deseo de participación, ya que sectores ainplios de ciudadanos se sienten extraños en su propia tierra: la simplificación de las opciones electorales, con el fin de favorecer la eficacia de los gobiernos que salgan de las urnas, perjudica la relación entre quienes 1nandan y los que obedecen; en consecuencia, se sugieren otros cauces, al margen de los parlidos; se piden cotnpletnentos a la represenlación que asumen los partidos. En efecto, la legilimidad del actual modelo detnocrático es cada día menor. El tnodelo actual de participación política, que se reduce prácticamente al hecho electoral y que constriñe el desarrollo pleno de consultas populares directas, acompañado de unos partidos políticos y unas ins tiluciones públicas que se encuentran cada vez con tnás problc1nas para la canalización de las de1nandas ciudadanas, está provocando que la crisis de la representación política, sobre rodo en ténninos de legitimidad, sea cada día más evidente en nuestra sociedad. Una sociedad donde los ciudadanos se encuentran un paso por delante de los propios partidos políticos y las instituciones públicas. Condicionada esta s ituación sobre todo por la fonnación de un número cada vez más creciente de ciudadanos, así co1no las innovaciones tecnológicas que permiten nuevas formas de participación polílica y un itnpacto informativo tnasivo que dejan en entredicho a un modelo de represen– tación cada vez más desfasado frente a las potencialidades de democratización que ofrece la sociedad actual. Los culpables de que se mantenga esta situación, mientras la sociedad ya está un escalón por encitna de todos ellos, son los partidos políticos y las rígidas estructu– ras de la burocracia pública. Unos partidos políticos que son conscientes tanto de

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