Libro
78 4. Crisis de la democracia representativa lo selecciona, y este recibe su poder de La Constitución. Y, naturalmente, si el pueblo no transfiere el poder, rnal podrá dar instrucciones para su ejercicio. Max Weber, sin hacer juicios de valor, desde la sociología, sostiene que por "represen– tación" se quiere significar que "la acción de algún miembro del grupo es imputada al resto, que considera dicha acción como legítitna y vinculante para ellos". Con esta rápida visión sobre el concepto de "representación" de diversos teóricos, se podrá observar que cada uno construyó dicho concepto de acuerdo al paradigma imperante y los intereses del rnomenlo histórico que le tocó vivir. Sin embargo, esas concepciones ideológicas no difieren de las que iinperan en la actualidad, lo que He– varía a una prirnera y rápida apreciación sobre la eficacia del instituto. Sin embargo, por el hecho de que la representación política haya llegado has ta nuestros dias, si bien dc1nucstra su eficacia fonnal, no garantiza su legititnación desde los aspectos socioló– gicos y axiológicos. Entonces ¿por qué hablar de dernocracia representativa si dc1nocracia y representación eran términos contradictorios y excluyentes? Se debió a dos tonos semúnticos: 1. De un lado, los ténninos pueblo y nación, que eran sinónirnos, terminaron diferen– ciándose en el lenguaj e de los revolucionarios más rnoderados, de manera tal que su correspondiente idea de soberanía nacional no exigía sufragio universal, son solo el censitario. Por aqui se percibe tarnbién que el fundamento económico de la represen– tación no varia con el paso del 1nandato itnperativo al representativo, ya que con el sufragio censitario votan Los propietarios y categorias sociales as imiladas . 2. Por otra parte, y apoyándose en la anterior inflexión y equivocidad, se comenzó a llatnar también democracia al gobierno representativo, basándose en que gobiernan los representantes de la nación. De esta forma, se complacía el oído del pueblo con la expresión "democracia" sin perjuicio de que la participación política estuviera rnuy lejos de ser popular. A 1nancra de recordatorio, el primero en utilizar la expresión de– mocracia representativa fue C,0ndorcet por el año de 1787. El éxito de estos dos carnbios scrnánticos, que puede verse tanto en algunos protago– nistas políticos como en los textos legales y constih1cionales revolucionarios, los ha hecho ya irreversibles, ya que los constitucionalistas del s iglo XIX, aun con titubeos, ya comienzan a llarnar democracia al gobierno representativo; y, en el siglo XX, ape– nas se habla de otra fonna de dernocracia que es la representativa. Por lo anterior, resulta evidente el alejamiento entre este modelo de representación y la dc1nocracia en su sentido originario. Pero también es cierto que la evolución posterior de este régirnen, sobre todo desde la conquista del sufragio universal , ha hecho de él el que históricarnente ha pcnnitido una mayor influencia popular en el poder, ha aportado a este una 1nayor legitimidad y le ha exigido una mayor responsabilidad; es decir, ha terminado siendo, en efecto, una democracia representativa, aun con todas sus lirnitaciones. La idea de democracia participativa adquiere así una significación especial.
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