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424 12. Colombia: entre los partidos y las coaliciones ticas son hoy mús que solo partidos y movimientos. Debido a esta razón, por 1nucho que la ley se e1npeñe en regular los partidos, el fracaso será su resultado, pues la polílica ha huido de los partidos para refugiarse en innúmeras modalidades lícitas de organizarse para disputar las elecciones, creadas en 1991 e inadccuada1ncntc regu– ladas en la ley. A la huida de los partidos políticos ha de agregarse que la política ha encontrado en las coaliciones (que no solo son de partidos sino, además, de todo tipo de agn1pación política) el tnodo más seguro de hacer lo que se suponía era la fun– ción de los partidos, sin el e1nbarazo regulatorio y los controles propios del régilnen jurídico de los partidos. 11. La era de las coaliciones, una modalidad política no reglada l. La opacidad de las coaliciones. El cambio constin1cional de 1991 precipitó un big bang de los dos partidos históricos. La fragmentación de las organizaciones políti– cas y la aparición de 1nuchos grupos nuevos suscitaron la neces idad de "fortalecer" los partidos políticos y reorganizar el sistema de partidos a través de varias reformas constitucionales comenzando el siglo XXI. Sin e1nbargo, las tnedidas jurídicas para fo1nentar la reagrupación de los partidos fueron superadas en la realidad política por la hoy extendida práctica de las alianzas y coaliciones. La política colo1nbiana, hoy y desde hace ya muchos años, tiene como actor principal no a los partidos políticos sino a las coaliciones y, en el fondo, debido a la ausencia de organicidad social de las agrupaciones políticas, a dirigentes ambiciosos, autorita– rios, de tendencias mesiánicas y caudillistas. Las coaliciones a que ha dado lugar la experiencia colotnbiana son precarias, oportunistas, coyunturales. No obedecen a es– tructuras organizadas, a autoridades reconocidas, a doctrinas definidas ni a prognunas concretos. No tienen organización de1nocrática y son completatnente irresponsables frente a los electores. Puesto que las amalga1na una compleja co1nbinación de intereses políticos y personales, sus integrantes no están sujetos a jerarquía, que cuando existe es 1ncra1ncntc fonnal, co,no tampoco a posturas doctrinarias, co,npromisos progratná– ticos ni control social de sus seguidores. Ademús, como arriba ya se señaló, una lógica de toma total del poder por parte de las coaliciones obstruye toda pos ibilidad práctica de oposición y control político. La coalición se ha convertido en un concepto central de la práctica política, un objetivo estratégico de todos los gn1pos y corrientes en que se han ato1nizado las organiza– ciones partidistas, a partir del concepto primigenio de "1novilnienro político", de las candidaturas "suprapartidistas" , que no de partido, que se impusieron en las catnpañas presidenciales , y de las candidaturas cívicas, resultado del voto independiente aliado con grupos políticos heterogéneos, prácticas todas estas que se extendieron rápida– rncntc a las elecciones locales y scccionales, tanto para alcaldes y gobernadores co,no para concejos municipales y asambleas departamentales. La coalición es condición sine qua non para viabilizar candidaturas y listas a corporaciones públicas, y se han convertido en requisito de oro para la gobernabilidad.

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