Libro
418 12. Colombia: entre los partidos y las coaliciones políticos, que sería exagerado denominar organizaciones políticas. Se confonnaron, ciertamente, terceras fuerzas políticas, 1nas no terceros partidos políticos. Las corrien– tes, tendencias y grupos inlernos de los partidos políticos tradicionales, siempre pro– clives al fracci onarnicnto por entropía regional y ambiciones caudillistas, crnergieron como entes políticos aut6no1nos 375 . Aparecieron también nuevos gn1pos políticos , que dieron expresión a sectores sociales e ideológicos antes no representados en la política. Y también e1npresas electorales unipersonales, incluso con curul en el Congreso, ini– ciativas electorales de grupos de inlerés diseñadas para obtener venlajas patrimoniales de la lucha política. Diez años después de la refonna constitucional de 199 l, eran ya 76 los parlidos y 1no– vitnientos políticos con personería jurídica reconocida, en tanto que 1nuchos otros, sin tal grado de instirucionalización, actuaban informalmente en la política. Reducido el antiguo sistema a una constelación de microempresas electorales, los mi– núsculos y dispersos actores de la nueva política optaron por constiruir coaliciones para la gestión eficienle de las elecciones y la concertación de alianzas para instalarse en el poder con propósitos de cogobicrno. De esta tnanera la política práctica se aleja cada vez más del marco jurídico diseñado para los partidos y movimientos políticos y del interés general, y se enfoca crecientemente hacia la satis facción de intereses priva– dos sin sujeción a claras reglas de juego político. Tal estado de cosas no se ha podido superar, transcurridos veinte años desde la Carta Política de 1991, a pesar de las rcfonnas constirucionalcs pensadas y aprobadas con gran esfuerzo para remediar la anomalía. Las alianzas y las coaliciones que se genera– lizaron co1no una solución práctica a la ato1nización de los partidos han agregado un nuevo 1nal a la política, en un escenario de desorden, irresponsabilidad y descontrol que deslegilima las instituciones de1nocráticas. Tanto se ha alejado la participación en política de la instirucionalídad partidista, que muchas de las nuevas agrupaciones políticas con patente de corso pm·a hacer política son conocidas, en el lenguaje co1nún y periodístico, corno fami c1npresas po1íticas y partidos "de garaje". El ex presidenteAlfonso López Michelsen observó hace años, siinulando sorpresa por– que es obvio lo que se cocina en la trastienda, que algo 1nuy raro viene ocurriendo en la política del país, pues "quienes ganan pierden, y quienes p ierden ganan". Los ana– listas políticos han dedicado dos décadas a denunciar el fraude que a la dc1nocracia se perpetra 1nedianre la práctica periódica de elecciones controladas por grupos políticos clientelistas, que pactan alianzas para el reparto del botín burocrático y presupuestal. Los analistas po1íticos suelen quejarse de la inexistencia de partidos serios, respon– sables y democráticos, y del abuso de las normas electorales para dar apariencia de cornpetencia política a prácticas que la anulan y riñen con los funda1nentos de la de- Producto de "reglas laxas que permitían y fomentaban la competencia intrapartidista'', en decir de Rodriguez Pico, Clara Rocío. "La reforma política de 2003: motivaciones, definiciones y conteni– do' ', en ros reto.~ de la democracia. Viejas y nuevas/órma.~ de la politica en Colomhia y América Latina. IEPRI y Fundación Heinri ch Boll, Bogotá, 2005, pp. 211-247.
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