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24 Discursos Inaugurales un activo que debemos reconocer y valorar. Sin embargo, nuestras democracias acusan itnportantes déficits y grados diversos de fragilidad, así co1no tremendos desafíos, entre los que destacan los problemas institucionales que afectan la gobernabilidad y el Estado de derecho, la independencia y la relación entre los poderes, la corrupción, el debilita- 1niento de los partidos políticos y los graves probleinas de inseguridad ciudadana. No obstante, y sin querer de 1nodo alguno desconocer o subestimar la cantídad y gra– vedad de nuestros déficits y desafíos, durante estas tres décadas transcurridas desde el inicio de la Tercera Ola Democratizadora no solo hemos logrado recuperar la democra– cia y hacerla sostenible sino, al 1nis1no tiempo, dotarla de un importante piso de apoyo ciudadano, convirtiéndola en el "only ga1nc in to,vn". Y esto no es poca cosa. Por ello, en rni opinión, el debate en nuestros días no es, como en el pasado, entre de- 1nocracia o autoritarisrno, o bien entre democracia fonnal y detnocracia real. El debate de nuestros días se centra en la calidad de la democracia; en có1no construir mús y 1nejor ciudadanía; en cómo pasar de una de1nocracia electoral a una de ciudadanos y de instin1ciones; en cómo conciliar democracia con desarrollo en el marco de sociedades con niveles tnás altos de cohesión social y rnayor eqtúdad de género; en córno lograr que la de1nocracia dé respuestas a nuevos tipos de demandas provenientes de socieda– des 1nás complejas, 1nás 1nodemas, 1nás urbanas; en có1no hacer funcionar la democra– cia de tnanera eficaz en un contexto internacional globalizado. Temas todos ellos que constituyen problemas de la de1nocracia, que deben discutirse en democracia, y cuya solución debe encontrarse de 1nanera democrática. Atres décadas del inicio de la Tercera Ola Democrática, A1nérica Latina se encuentra en el inicio de una nueva etapa de su cletnocracia, cuya genninación es 1nás cornpl~ja que la hnplantación de elecciones libres. Dentro de esta nueva etapa, cotno bien lo prescribe la Carta Detnocrática Tnterainericana (que el 11 de scptic1nbre pasado cu1nplió sus primeros 10 años), ya no es suficiente con ser electo de1nocráticamente, es necesario también go– bernar de manera democrática. De ahí la importancia de mejorar la calidad institucional, comple1nentúndola con liderazgos responsables tanto desde el gobierno como desde la oposición. Asilnismo, es Ílnprescindible fortalecer a los partidos políticos y abrir espacios de consulta y participación ciudadana, articulando los movimientos sociales con los par– tidos y avanzar con reformas orientadas a profundizar su de1nocracia interna y a transpa– rentar su financiamiento -incluido el tema de la penetración en la política de los dineros del narcotráfico y del crimen organizado- y, al 1nis1no tíempo, generar condiciones de equidad en la contienda electoral. Debemos profundizar, igualinente, los procesos de des– centralización, trasladando poder del centro a las regiones y 1nunicipios, para allegar las decisiones a los ciudadanos. Particular importancia reviste encontrar un balance efectivo entre el f,jecutivo y el Legislativo, reduciendo el híper presidencialisrno y regulando de manera adecuada el fenóineno creciente de la reelección, así co1no la co1npleja, aunque vital, relación entre los 1ncdios de co1nunicación y el poder político. Los nuevos tiempos demandan, tatnbién, que los gobiernos sean tnás sensibles a las nuevas aspiraciones de sus ciudadanos y más eficaces y ágiles a la hora de cumplir sus promesas. Del mismo 1nodo, deben ser tnás transparentes en su accionar y rendir cuentas respecto de su labor.

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