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Derecho Electoral de Latinoamérica Intervención de Jorge Fernández Ruiz México Señor Presidente de la República de Colombia Don Juan Manuel Santos Calderón Honorables mie1nbros del Presidium Distinguida concurrencia: 21 Provenientes de diversos países iberoainericanos, funcionarios y académicos que co1n– partitnos el interés por la investigación y el estudio del derecho electoral, nos hallainos reunidos en este majestuoso recinto de la Biblioteca del Banco de la República, con– vocados por diversas instin1ciones encabezadas por el honorable Consejo de Estado de la República de Colo1nbia, para intercambiar, junto con nuestros pares colombianos, experiencias, puntos de vista, tesis y teorías en tomo a los aspectos torales de esta dis– ciplina fundamental del Estado democrático contemporáneo, en el desarrollo de este II Congreso lberoainericano de Derecho Electoral. En el curso de este magno evento se habrán de abordar los aspectos torales del derecho electoral, co1no son la representación polílica, las inslituciones y procesos electorales, y sus ternas afines de capital itnportancia, co1no los relativos a los partidos políticos, la participación ciudadana y el cri1nen organizado. El ténnino democracia adquirió respetabilidad universal desde mediados del si– glo XIX y se convirtió en loable, a partir de la Primera Guerra Mundial. En las postrimerías del siglo XVIII, Tho1nas Jefferson y James Madison, adal ides de la de1nocracia estadounidense, nunca hicieron alarde de ser detnócratas; en el siglo XX, en cambio, se volvió tilnbre de orgullo serio. En el Es tado conte1nporáneo, la de1nocracia, por fuerza, debe ser indirecta, y ba– sarse en la representación política, en cuya virtud la acción de los gobernantes se imputa obligatoriatnente a los gobernados, en razón del otorgamiento de poderes conferidos por estos, al elegirlos mediante sufragio, por cuya razón la autenticidad de la representación queda supeditada a la fonna en que se elijan los representantes y de que estos actúen en consonancia con el sentir, la voluntad y los intereses de los gobernados. Una elección adulterada genera una representación política espu– ria y convierte a la democracia en una fi cción. En países de los que provenimos algunos de los aquí reunidos su de1nocracia está seriamente deteriorada a consecuencia de una defectuosa estn1cturación de las insti– tuciones a cuyo cargo queda la conducción de los procesos electorales, de un 1narco jurídico deficiente, de la degradación de los partidos políticos y de la consecuente corrupción electoral, lo que hace de la democracia una utopía. Siglo y 1nedio llevamos los 1nexicanos en el prolongado intento de ser un Estado auténticatnente detnocrático, sin lograrlo a cabalidad; porque el pueblo mexicano,

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