Informe final de la Comisión de la Verdad, sobre los hechos del Palacio de Justicia
Jorge Aníbal Gómez Gallego, José Roberto Herrera Vergara, Nilson Pinilla Pinilla 463 terminara por destruirnos a todos, sin que hayamos merecido esa suerte, por la simple circunstancia de tener que salir en procura de ganarnos la vida. Tengo fe en que tus captores, una vez comprendan tu inocencia se conmoverán ante nuestro sacrificio y te liberarán para que vuelvas al hogar, con la paz que tu tragedia nos ha arrebatado. Héctor Jaime Beltrán Fuentes Despertamos. La aurora se había consumido. Pablo Neruda El mayor de sus siete hermanos contaba con 30 años de edad y vivía enajenado con la presencia de su esposa y sus cuatro pequeñas a las que c vivía para ellas en un eterno sueño que se deshizo un día. Pilar Navarrete, su esposa, de 21 años, se casó con él cuando era una quin- ceañera. Él lamimaba y le proporcionaba todo cuanto necesitaran ella o las niñas. Relata Pilar que su marido daba las quincenas completas y no compraba nada para él, ni siquiera zapatos. “Nosotros nos casamos el 20 de marzo de 1981 y el día del matrimonio estuvo Jimmy a apunto de arrepentirse ¿y sabe por qué? Porque no tenía zapatos nuevos. Le tocó casarse con unos zapatos viejitos que tenían hue- cos por debajo y por eso no se quiso arrodillar, durante toda la ceremonia permaneció de pie”. El tiempo que les fue concedido de felicidad representa un tesoro invaluable en la memoria de Pilar. Gozaba tanto con su esposo y las niñas porque eran no convencionales, sin tapujos y hacían sus pequeñas locuras, además contaban con la seductora juventud y las locas travesuras que el amor y la vida en común les proporcionaba. Jaime aspiraba a validar su bachillerato y lograr con el tiempo la independencia económica esta- bleciendo un restaurante. Cuenta Pilar que él trabajaba siempre con amor y empeño a pesar de ser un trabajo arduo, y a veces desagradecido. Jaime se levantaba muy temprano y salía faltando un cuarto para las seis de la mañana del apartamento. Era el primero en llegar y casi el último en irse. Las señoras que laboraban en el Palacio lo querían mucho y le obsequiaban regalos para sus niñas. Pilar se sentía un poco abochornada cuando salía a pasear con él porque “conocía a Raimundo y todo el mundo”. Saludaba a sus vecinos, a los amigos del barrio y a todos en general, ya que era muy extrovertido y juguetón. Todo lo contrario a su esposa, seria e introvertida,
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