Informe final de la Comisión de la Verdad, sobre los hechos del Palacio de Justicia
Informe final de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia 436 dio origen: la ley; así como la institución que dignifica su existencia y le otorga legitimidad: la justicia. En consecuencia, los principios originales de la ética de Estado enseñan que ningún hombre está por encima de la ley; que la justicia no se negocia, se aplica; que la separación de los poderes públicos empieza por el poder judicial, piedra angular de la justicia, la libertad y la dignidad humana. Sin embargo, en medio de tantas desavenencias y ruegos que pasan de una ge- neración a otra sin mayor reparo, en la causa de nuestros problemas subyace una fórmula de elemental observancia que unos tantos han preferido olvidar, pero cuya simplicidad surge de una realidad que obliga a revaluar el futuro veinte años después: la política al servicio de la ley y no la ley al servicio de la política. Muchos hombres dieron su vida por hacer respetar esos principios; hoy más que nunca, su legado se hace latente. José Eduardo Gnecco Correa: la fuerza constructiva del recuerdo Por Claudia Fernanda Gnecco Mendoza Hoy nos resulta difícil escribir. ¿Qué podemos decir si ya se ha dicho todo y al leer y releer las palabras escritas se siente que no se ha dicho nada? Todos estos años esperando encontrar una respuesta. En realidad, ¿qué fue lo que pasó? ¿Quién fue el culpable? ¿Quien permitió que sucediera? Miles de ideas se agolpan en nuestras mentes, pero ninguna es certera. Lo cierto es que en este momento, después de 20 años de inmenso dolor y de preguntas sin respuesta, sólo queda seguir esperando. Tal vez en el más allá las respuestas cobren vida o ya no sean necesarias. La verdad es que nadie terrenal podrá decir la verdad.Y en esta ausencia de claridad lo único que es nítido y verídico es el sentimiento y el recuerdo. El sentimiento tiene varios matices. El más importante es aquel que profesamos hacia nuestro padre y que podría resumirse en una palabra: ad- miración. Admiración por su inteligencia, su bondad, su sencillez, su calma, honestidad, honradez y responsabilidad. Admiración por todo su ser, las cosas que de él heredamos, las cosas que de él aprendimos y aquellas que no poseemos y que se convierten en un deber ser. Admiración por su capacidad de entrega por lo que él creía cierto, por todo lo que valoraba y de lo cual el trabajo y su familia ocupaban un lugar primordial. El trabajo no como una simple ocupación remunerada, sino como la oportunidad de impartir justicia, siendo justo, y la familia como pilar de su existencia. Y es en el momento de su muerte cuando se conjugan el trabajo y la familia para permitirnos
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