Informe final de la Comisión de la Verdad, sobre los hechos del Palacio de Justicia

Informe final de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia 428 De allí y aún sin haber podido terminar bachillerato, llegó a la ciudad de Bogotá, desconocida para él, sin claras perspectivas y sin medios económicos que lo respaldaran; acepta la posibilidad de trabajar como obrero en la am- pliación de las tribunas del estadio El Campín. Un afortunado encuentro dos días antes de la fecha fijada para iniciar aquella labor, cambia el rumbo de sus planes; le ofrecen unas clases en primaria en el municipio de Anolaima. No podría tampoco radicarse definitivamente en aquella población. Le era imperioso terminar sus estudios secundarios, por lo cual se trasladó a San Gil, regresando inmediatamente después a Anolaima. En 1955, ya en Bogotá, ciudad donde viviría hasta su muerte, inicia sus estudios en la Universidad Externado de Colombia. Su amada univer- sidad lo conocería, no solamente como director y fundador del Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas, sino también como su huésped por dos años, ya que trabajó en la Biblioteca y la Secretaría de la Facultad. Deja el albergue universitario cuando cursa el segundo año de carrera, pues contrae matrimonio. Una mujer que conoce en Anolaima fue su esposa, dando vida a cuatro hijos, de quienes, en voz de uno de ellos, fue su amigo y también su Maestro. Dos años después de obtener su grado, viaja a Italia, profundizando en la Universidad de Roma sus conocimientos sobre la ciencia del derecho. No olvidó en aquel continente, cuna de las ideas que él con posterioridad desarrollaría, dos de sus grandes pasiones: la justicia y su administración y la formación de posteriores generaciones, perenne eje de su accionar cotidiano. Es así como año y medio después regresa a su patria y al claustro univer- sitario, e inicia su actividad como profesor. Enriquecido con el bagaje cultural y jurídico que le proporcionó Europa, en su mente bullían nuevas ideas. Su investigación de formas alternativas a las imperantes del conocimiento del derecho penal, del delito, de la criminalidad, empezaron a producir fruc- tíferos resultados; criticaba las teorías positivistas en boga en nuestro país, perfilando su horizonte hacia el desarrollo de una nueva metodología de estudio de esta área del derecho. En 1964 con la primera edición de su Derecho penal, parte general, principia su larga trayectoria como autor de innumerables textos, dirigidos, en un comienzo, y quizás siempre, preponderantemente a sus alumnos. Uno de ellos, José María Torres Vergara, insigne profesor años después del Externado, también hoy desaparecido, así lo recuerda por aquella época:

RkJQdWJsaXNoZXIy NzAxMjQz