Informe final de la Comisión de la Verdad, sobre los hechos del Palacio de Justicia

Jorge Aníbal Gómez Gallego, José Roberto Herrera Vergara, Nilson Pinilla Pinilla 163 190. Cuando la evacuación de los rehenes culminó, “el Ejército entró y acabó con los que estaban adentro”. 133 Los testigos coincidieron en afirmar que al momento de la denominada Operación Rastrillo, los guerrilleros contaban con muy escasas municiones, hasta el punto de que, según re- lataron algunos testigos, algunos quemaron sus documentos y expresaron sentimientos de dolor y arrepentimiento. 134 191. El número de insurgentes apertrechados allí no es claro: además de Almarales, había dos guerrilleros heridos, uno de los cuales era el pana- meño Diógenes Benavides Martinelli, quien se encontraba gravemente herido en un brazo; 135 estaban tres mujeres, de las cuales dos salieron con vida del Palacio, y dos hombres más. 136 Todos ellos murieron en circunstan- cias aún no esclarecidas y sus cadáveres fueron remitidos a una fosa común, hecho que se analizará más adelante. 137 192. La forma como se produjo la muerte de Manuel Gaona, ha sido objeto de no pocas especulaciones. De él se ha dicho desde que murió a manos del Ejército, recibiendo incluso un “tiro de gracia”, hasta que fue sacado con vida, torturado y ejecutado afuera, para luego devolver su cadáver al interior del Palacio, donde se le practicó la diligencia de levantamiento. 138 193. Lo primero, a contrapelo de lo que con precisión exponen varios testigos presenciales, se ha querido fundamentar con un meticuloso examen de las lesiones que describe el protocolo de necropsia, siguiendo la aparente trayectoria de los proyectiles y cotejándola con la supuesta posición que al momento de los disparos tenían tanto Gaona Cruz, los guerrilleros que lo sometían a cautiverio y el Ejército que luchaba por ingresar al baño, donde ofrecía resistencia el último reducto del M-19 con un elevado número de rehenes en su poder. 194. Esta hipótesis, si bien fundada en un interesante análisis de balísti- ca, pierde solidez cuando se advierte que las posiciones de quienes supuestamente hicieron los disparos letales que se toman como referentes son conjeturales, y que el orden en que éstos se sucedieron no tiene comprobación empírica, amén de que las conclusiones a que se llega están en franca contradicción con las 133 Hernando Tapias Rocha. 134 Gabriel Salom y Aydée Anzola. 135 Algunos rehenes confunden a uno de ellos con Alfonso Jacquin. 136 Serrano y Upegui, óp. cit. 137 Véase Capítulo V. 138 Carrigan, Ana. El Palacio de Justicia, una tragedia colombiana. Bogotá: Icono, 2009.

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